martes, 20 de septiembre de 2011

WALTER PEÑALOZA RAMELLA: SUJETOS DE LA EDUCACIÓN

El Educando

Para Peñaloza, el educando es el sujeto inmediato del esfuerzo del maestro y por ello el sistema educativo debe reposar en su conocimiento y desarrollo integral. En este proceso de desarrollo señala los siguientes aspectos del currículo que han de ser aprendidos por los educandos en creciente orden de creatividad, comenzando por los más mecánicos: hábitos motores (limpieza, orden, descanso, comidas, fórmulas de cortesía, etc.), asociaciones nemónicas, lectura globalizada (en sus diversas variantes, frases completas, palabras, mientras se halla en su primera fase), destrezas (adquisición que se hace mediante el condicionamiento de conductas), información para ser retenida (hechas voluntariamente y con el propósito de reproducir su contenido en el futuro), regularidades que hay que percibir (los educandos son llevados a reconocer determinadas estructuras que se repiten en el material a aprender), formación de conceptos (el sujeto construye un esquema genérico de propiedades comunes a los objetos o fenómenos de los que ha tenido información o experiencia y que se estima que son propiedades que los tipifican. La constitución de ese esquema genérico es la formación de un concepto), aprendizaje de relaciones (aprehender relaciones es el fundamento para entender los enlaces causales, para efectuar análisis y síntesis, para imaginar y crear en general), actitud inquisitiva (actitud espontánea por conocer, experimentar, etc), valoración ética, artística, religiosa, política, jurídica, económica, tecnológica, etc, (tomar conciencia de los valores y hacerlos realidad), convivencia en el grupo social (convivir, aprender a reconocer a cada uno de los demás un fin válido por sí mismo e impartir a todos nuestros actos un consiguiente sentido de respeto por cada ser humano), realización de lo ideado (ejercitación de la acción, consolidar su voluntad y capacidad de decisión), autonomía del ser (alcanzar en la vida una posición autónoma y no heterónoma), identidad cultural (lo nuestro). Todos estos aspectos llevan a que el educando sea una persona humana completa, equilibrada, espontánea, creativa, autónoma, que sepa aceptar lo nuestro y transformarlo.
Peñaloza sostiene que el educando debe participar activamente y en forma protagónica en el proceso educativo.

El Educador

Pocos maestros y teóricos de la educación han abordado con tanta vehemencia, amplitud y profundidad el tema de la concepción, función y formación del educador como el Dr. Walter Peñaloza; quizás ninguno como él ha dedicado tanto tiempo de su vida a tan importante labor. En este campo Peñaloza no fue sólo un teórico sino que fue el ideólogo y conductor de una de las experiencias más valiosas que tuvo el Perú: la formación de maestros en la Escuela Normal Superior “Enrique Guzmán y Valle” La Cantuta. Institución, convertida en universidad, que hasta ahora forma maestros, impregnada de una filosofía y praxis cuyos sustentos teóricos, doctrinarios y pedagógicos se encuentran en el pensamiento y obra de este insigne educador. Peñaloza concibió la formación de maestros en forma integral y sin hacer discriminaciones si eran de educación primaria, secundaria o técnica. Consideró que el maestro debería ser formado integralmente para que pueda actuar con compromiso, eficiencia y eficacia en una educación cuyo fin era formar integralmente al hombre como persona, como ser social y como agente promotor de su cultura.
Concibió al maestro como aquel profesional formado en sus dimensiones biológica, psicológica, social y espiritual, que entendía que la educación además de ser considerada como ciencia y como técnica era también filosofía y arte y que por lo tanto su formación no podía descuidar ninguno de estos aspectos.
Sostenía que “nadie le podrá quitar a la educación su naturaleza auténtica de arte y al maestro su carácter de artista”196. “Lo que hace el maestro tiene como propósito causar un impacto profundo en el alma del niño, del joven o del adulto. Su finalidad es que el alumno se transforme. Por lo tanto, en el maestro hay tanto de actor como de creador. El maestro es, por consiguiente, mucho más que el artista reiterativo (...) Es más bien el artista creador, porque no solamente recrea lo que dice, sino que en cada nuevo acto de labor con los educandos está creando para ellos y en cierto modo, creándolos a ellos mismos”197.
Su experiencia de formación integral de los maestros partió de su convicción de que la educación debía tener como fin formar integralmente al educando para lograr que éste se desarrolle como persona, como ser social, como partícipe y promotor de su cultura; y para ello concibió como piedra angular “el currículo integral” concepción genuina que defendió a lo largo de toda su vida y que se llegó a plasmar en la experiencia de reforma educativa de los años setenta y mucho antes en su experiencia de formación de maestros de La Cantuta, lo cual relata con brillantez asombrosa en su obra “La Cantuta. Una Experiencia en Educación”. El currículo integral contribuyó a rescatar la figura del maestro educador y se contrapuso a la figura del maestro meramente enseñante. Los futuros maestros debían recibir y explorar conocimientos, incorporar receptiva y creadoramente el mundo de lo cultural, vivir experiencias no cognoscitivas, efectuar numerosas y consistentes prácticas profesionales que le posibiliten alcanzar destrezas en el ejercicio docente, y, alcanzar dentro de lo posible un armónico desarrollo de sus capacidades interiores, mediante el apoyo de la consejería; “quedaban preparados a través de una expe-riencia viva de varios años, para actuar más tarde ante los niños y jóvenes a su cargo en todas esas áreas, vale decir para impulsar, a su turno, un currículo integral en su trabajo con esos niños y adoles-centes”198.
En la parte pertinente de los “Medios de la Educación” retomaremos aspectos de esta concepción de “currículo integral” que abordó las áreas de conocimientos, las actividades no cognoscitivas, las prácticas profesionales y la consejería. Para Peñaloza el educador es aquél que “debe tener la habilidad y espíritu profundo para promover la autonomía y el sentido de libertad de los niños, jóvenes y adultos; para despertar y desarrollar en ellos sus capacidades de observación, reflexión y análisis; para llevarlos a la comprensión de los valores; estimularlos a la noción de solidaridad, y a la toma de conciencia y comprensión cultural circundante (arte, religión, tecnología, moral, etc), seguida de la toma de posición ante dicho mundo y, si es posible, de la acción creadora. Por eso, únicamente el que arme integralidad en su formación puede transportar esa integralidad a sus futuros alumnos. Quien no tiene la vivencia de la formación integral, no puede brindarla a nadie, en realidad no sabe siquiera lo que es, no tiene idea de su existencia”199.
El maestro es el gran mediador de este proceso educativo. En tal virtud su verdadero papel es el que los educandos alcancen el contacto con los valores, lo cual es imposible si el mismo profesor no posee amplia comprensión de dichos valores y de las creaciones culturales de los hombres. De allí que la dimensión axiológica (orientación a valores) y la comprensión del mundo cultural en la formación de los maestros resulten decisivas. Estos son los pilares insustituibles de su verdadera preparación como futuro educador, manifiesta Peñaloza.
 
La Comunidad

Walter Peñaloza atribuye a la comunidad un rol importante en la formación del educando. La familia y las instituciones sociales en general influyen significativamente en la educación de los niños y jóvenes. La educación inicial de 0 a 5 años que él propuso en la reforma educativa de la década de 1970, consideró un rol protagónico a los padres y madres de familia puesto que es en los primeros años de vida donde se sientan las bases del desarrollo bio - psico - social y espiritual de los educandos. La educación debía ser un proceso que compromete a toda la sociedad en su conjunto. Los padres y los maestros deben buscar que el niño, el adolescente y el joven logren el equilibrio interior de sus cuerpos y de sus espíritus, la autonomía y libertad necesarias; deben lograr impulsar en los hombres y mujeres las actitudes reflexivas y de análisis, el estudio crítico y objetivo, la toma de posición frente al mundo, el sentido de responsabilidad y despertar en ellos la percepción de los valores y la creatividad. El contacto con otros seres humanos, comenzando con los padres y con la propia familia, enriquece y estimula la vida psíquica y espiritual de cada individuo.
Esta relación educando - familia constituye un proceso de socialización que no es un acto meramente mecánico sino que implica un acto de amor y un estímulo permanente de los mayores que incentivan al educando a formarse, promoviendo el sentido de solidaridad con los otros seres humanos. De allí la importancia que tiene tanto en la educación espontánea como en la educación sistemática las acciones de la familia, del grupo humano inmediato y de la sociedad en general.
Del pensamiento de Peñaloza se desprende que la socialización no ocurre plenamente, y con sentido, al margen de la captación de las creaciones culturales y requiere del despliegue en el educando de su libertad, autonomía, creatividad y de su descubrimiento de los valores; por eso la culturación no es posible sino dentro del grupo social. La educación como fenómeno social que busca la socialización y culturación del educando es por tanto también un proceso de ingreso a la cultura, de vivencia de ella y de acción creativa dentro de ella.


196. PEÑALOZA, Walter. “Tecnología Educativa”. Conferencia sustentada por el Dr. Walter Peñaloza Ramella en la ESEP Maranga. Versión tomada de la grabación efectuada por J.P.C. el día 02-09-1976. p. 6.
197. PEÑALOZA, Walter. “Tecnología Educativa”. Conferencia. Ibídem., p.8.
198. PEÑALOZA, Walter. “La Cantuta. Una Experiencia en Educación”. Ob. Cit., p. 203.
199. PEÑALOZA, Walter. Ibídem., p. 402.

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